INOCENTE GENEROSIDAD- Viernes II de Pascua– 24-4-2020


INOCENTE GENEROSIDAD
Jn. 6, 1-5
VIERNES II de Pascua– 24-4-2020





P. Ricardo J. Vielma M.

¿Dónde podríamos comprar pan para que puedan comer todos estos? Es la respuesta de Felipe ante la inquietud de Jesús por darle de comer a la multitud que le seguía. Ante los ojos de los discípulos, era prácticamente imposible darle de comer a tanta gente, pero ante la mirada de Dios, la bondad no tenía horizonte. Y así, la bondad divina actuó.

El discípulo Andrés comunicó a su Maestro que un “muchachito” había ofrecido sus cinco panes de cebada y dos peces, pero que aun así era insuficiente. ¡Un niño ofreció desde su generosidad!, seguramente su mamá en la mañana le habría preparado una mochila para que fuera a escuchar a Jesús en su caminar, y le habría enseñado el don de compartir. Este muchacho prefirió dar todo lo que tenía, desde su pobreza más extrema (el pan era de cebada, por tanto nos indica que llevaba el alimento de los pobres) y con ello inició el gran milagro de la multiplicación de los panes y de los peces.

¡Comieron hasta saciarse! a partir de unos pocos pescados y un pobre pan. Ante Dios la generosidad siempre es abundante, los corazones se ablandan, y el amor excede. “Aunque no tengáis bastante dinero, venid (a mí) comprad trigo y comed, (gratuitamente)” (Is 55, 1). ¿Qué lección podemos sacar hoy?, más que centrarnos en ver hechos mágicos de un Dios con poder para hacerlo, pues de la nada ha creado, fijemos nuestra atención en la manera cómo desde la inocencia de un niño el Maestro obra. Sólo a partir de corazones nobles surgen los grandes milagros.

Pidamos algún milagro, pero primero revisemos nuestro corazón. ¡Haznos nobles Señor! Amén.
Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 1-15
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchachito que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

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