HOMILÍA EN EL DÍA SOLEMNE DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR 25-12-2020
HOMILÍA EN EL DÍA SOLEMNE DE
LA NATIVIDAD DEL SEÑOR
25-12-2020
Seminario San Buenaventura de Mérida
En esta Solemnísima fiesta
de la Navidad, contemplamos la Encarnación del Hijo de Dios. En esta ocasión,
San Juan, con su fe teológica y alegórica, quiere expresarnos la ya comprensión
de la divinidad del Señor, 60 años después de la Resurrección. No solamente
tenemos en frente, un texto teológico que recoge alguna comprensión más madura
de la fe. Estamos ante un escrito milenario, que refleja la manera en que aquella
comunidad cristiana naciente, iba asimilando la persona del hombre de Nazaret,
que habría hecho milagros, prodigios, que les habría hablado al corazón y no a
los sentimientos, que les habría suscitado no sólo una fe superficial, confiada
en pequeños milagros y proezas, sino una fe profunda, protagonista de aquél
sentimiento y fuerza, responsables de su temple y carácter ante las amenazas
romanas y judías, enemigas de la fe. Es este texto de San Juan, por tanto, la
mejor explicación del abajamiento de Dios al mundo, no por tener silogismos
filosóficos y palabras griegas, sino por hacer ver que el más sencillo
comprendió, el misterio profundo de la entrada a las tinieblas de una luz
eterna. La filosofía, la teología, las ciencias, no se entienden como meros
presupuestos plasmados en un papel, ellas sólo se captaran, si dejamos que la
luz de la sabiduría eterna, toque, penetre, se adentre en nuestro corazón.
No dejemos de amar, no dejemos de dar testimonio de la luz, nuestra esencia es el amor, y nuestra existencia la luz. Luz que atravesó a María, como el reflejo del Sol que pasa a través de estos cristales y no los rompe. Luz que atraviesa nuestro corazón y lo llena plenamente sin destruirlo. Luz que sigue traspasando las tinieblas de este día santo. Miremos la luz en los rostros de María y de José. Mismo brillo manifestado en la mirada de todo recién nacido que regala a su madre la primera sonrisa emitida en este mundo. Brillo de un niño al encontrar a sus padres en medio de la oscuridad. Luminosidad brotada del pobre en el momento que da con fervor lo poco que tiene. Fulgor emitido del galeno contemplador de la salud de su paciente. Resplandor del común sentimiento emancipador, de cualquier patria en este universo, sometida bajo el pecado del poder, flamante de redención y salvación. Claridad de una mesa con velas de medio cabo, sobre la cual se ha servido esta noche solemne, un arroz con caraotas, o una hallaca con dos pedacitos de carne y de pollo, con sabor a amor eterno y donación sin más, de los padres que no quisieron faltara la alegría decembrina de la venida del Salvador. Resplandor que brota del aliento del que agoniza, y del que por primera vez llora para el sonido de esta tierra. Luz eterna que busca, persigue, encuentra y espera, a cada hombre y mujer, que pise este mundo, sediento de eternidad, sediento de amor.
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