DIALOGANDO CON DIOS-DOMINGO III de Pascua– 26-4-2020


DIALOGANDO CON DIOS
Lc. 24, 13-35
DOMINGO III de Pascua– 26-4-2020
Se acercó y se puso a caminar con ellos

P. Ricardo J. Vielma M.

¡Feliz III Domingo de Pascua!, y seguimos contemplando la presencia de un Jesús verdaderamente resucitado. Una vez más la Iglesia nos muestra en pro de nuestro recorrido espiritual, el relato del “camino de Emaús”. Lo resumo rápidamente: dos de los discípulos, un poco cabizbajos, iban caminando el primer día de la semana (posiblemente al final del día de la Resurrección), de repente se les aparece Jesús, pero al principio le confunden con cualquier viajero; comienzan hablar de lo acontecido. El Maestro les explica las Escrituras, y mientras marchaban, le invitan a comer (pues ya anochecía). Sentados a la mesa Jesús toma el pan, y al partirlo se les abren los ojos, lo reconocen, e inmediatamente desaparece ante sus miradas. Dialoguemos con Jesús en torno a este hermoso texto pascual.

Caminar, es una acción que guía todo el Evangelio según San Lucas, siempre Jesús y sus discípulos caminan, de allí que es reconocido como “El Evangelio del Camino”. Hoy vemos de nuevo a dos seguidores de paso hacia una aldeíta llamada Emaús, solo que esta vez la melancolía y la tristeza reinan en su espíritu. ¡Su Maestro había muerto!, y no se habían enterado de la buena nueva, por tanto eran víctimas del sentimiento del fracaso y la derrota que muchas veces tocan nuestra existencia.

Los dos que estaban al final del día, cuando el sol físico comenzaba a tocar el horizonte, cuando también la luz del alma penetraba el límite del abismo, seguían además cegados ante la presencia de su Dios, pues cuanto más hundido estamos, en el momento en que la desilusión toma el timón de nuestra vida, llega una vez más Jesús a interpelar: ¿qué discuten?, ¿qué ha pasado?, ¡qué lentos para comprender!, ¡cuánto les cuesta creer!

Discutimos la injusticia del mundo, y la cobardía de los buenos. Discutimos la limitación humana que no nos deja vivir felices, o la hipocresía de muchos, que no demuestran con su sonrisa la victoria del bien sino el aparente triunfo del mal.
Pasan muchas cosas, discusiones, tristezas, enfermedades, hambre, injusticias, abusos del poder, infidelidades, pero también, muchas obras buenas: innumerables hacen el bien sin buscar propaganda, muchos sonríen para no llorar; sucede cada día el milagro de la vida, que ningún científico puede explicar.

Sí, Maestro, nos cuesta comprender, porque no tenemos mirada de ángeles, sino una mirada humana que se muestra ciega ante la presencia de Dios en los detalles más pequeños de la vida, en las periferias humanas, en el dolor, en el sufrimiento, en las alegrías, pero también en las melancolías.

Sí, creer no es fácil, y mucho más difícil cuando la confianza está puesta en lo material, o cuando la ciencia trata de opacar el milagro de la vida.

¡Quédate con nosotros Señor! ¡La vida atardece! Si no estás acá, no podemos creer, mucho menos comprender. Quédate, para vencer la limitación humana, y ver el triunfo del bien sobre el mal. Permanece, para ver la conversión de muchos. Comparte junto a nosotros, y así el creer nos será más fácil, para poder reconocerte en los más débiles y pequeños. ¡Te invitamos a comer!, pues queremos contemplarte en la presencia Eucarística, para llenarnos de fuerza y anunciarte eternamente.

¡Señor, quédate finalmente, para dialogar contigo!, Amén.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 24, 13-35

Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos sesenta estadios;
iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido, Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado, pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron.
Pero él desapareció de su vista.
Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón».
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.


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