DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN VER - DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA– 19-4-2020


DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN VER
Jn. 20, 19-31
DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA– 19-4-2020
 Cuadro en óleo de Miguel Guevara 2015

P. Ricardo J. Vielma M.

Los discípulos seguían reunidos con miedo, la tristeza es deducible, estaban en el “anochecer” de sus vidas, pero Jesús se aparece de repente y consigo les trae la paz.

Una semana después del día grandioso de la Resurrección estamos en el DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA, que nos muestra a un Dios que también tiene un corazón como nosotros. Que siente, que se compadece, que sufre lo que sufrimos. Un Dios que a pesar de nuestro pecado e incredulidad no escatima esfuerzos de derramar sobre todos los seres humanos, raudales abundantes de misericordia. ¡Oh Sangre y Agua que brotaste del Santísimo Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros, en ti confío!

Pero detengámonos un momento en la soledad de Santo Tomás, el famoso santo del ver para creer. Sí, estaba sólo. Al principio del relato de hoy no se le presenta junto a los discípulos. Tomás no está viviendo la espera en la fe con sus compañeros, se ha aislado, y ello le ha cubierto la vista ante la contemplación del misterio. Cada vez que nos aislamos, estamos destinados a caer en lo más profundo del abismo del sinsentido.
Jesús se le aparece a sus discípulos, trae la alegría y el gozo que sólo pueden venir del Creador. La tristeza y el miedo inmediatamente se transforman en una paz inexplicable. Aunque el sol ya se había ocultado, como nos dice San Juan, una luz aún más radiante, el mismo Espíritu Santo, habría iluminado los rostros de los discípulos.

¿No te ha sucedido lo mismo?, en el momento en que la vida se torna más oscura, súbitamente aparece Cristo y esa oscuridad queda iluminada para siempre. Sólo hace falta un poquito de fe, pero no una fe vivida de manera individual y egoísta, una fe compartida en comunidad. Es que santo Tomás se entera del hecho luego, sus hermanos le comentan, le invitan a vivir el mismo gozo, pero no cree, vivía su fe de una manera solitaria, hasta que el mismo Maestro también se le presenta, recordándole que son más dichosos quienes creen sin haber visto, y más dichosos aún, los que comparten su fe.

Hoy, en medio de esta pandemia, aun cuando parece que el mundo se aísla, optando por la soledad como Santo Tomás, se aparece Jesús una vez más en el límite de nuestra existencia, entre la vida y la muerte, entre la salud y la enfermedad, entre las fronteras de las naciones, de las familias y de los hogares, uniendo a toda la humanidad al derramar de su costado abierto abundantes gracias, lavando con su agua divina la miseria del ser humano y fortaleciendo con su sangre la debilidad de la naturaleza.
Repitamos hoy: Por tú dolorosa pasión, ¡ten Misericordia de nosotros y del mundo entero!




Texto del evangelio:

Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Comentarios

  1. Bendiciones para todos, nuestro Jesucristo de la Divina Misericordia nos cuide y proteja por siempre, gracias Padre Ricardo por tan excelente reflexión.

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