DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN VER - DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA– 19-4-2020
DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN VER
Jn. 20, 19-31
DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA– 19-4-2020
P. Ricardo
J. Vielma M.
Los discípulos seguían reunidos con miedo, la tristeza
es deducible, estaban en el “anochecer” de sus vidas, pero Jesús se aparece de
repente y consigo les trae la paz.
Una semana después del día grandioso de la Resurrección
estamos en el DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA, que nos muestra a un Dios que
también tiene un corazón como nosotros. Que siente, que se compadece, que sufre
lo que sufrimos. Un Dios que a pesar de nuestro pecado e incredulidad no
escatima esfuerzos de derramar sobre todos los seres humanos, raudales
abundantes de misericordia. ¡Oh Sangre y Agua que brotaste del Santísimo
Corazón de Jesús como fuente de misericordia para nosotros, en ti confío!
Pero detengámonos un momento en la soledad de Santo
Tomás, el famoso santo del ver para
creer. Sí, estaba sólo. Al principio del relato de hoy no se le presenta
junto a los discípulos. Tomás no está viviendo la espera en la fe con sus
compañeros, se ha aislado, y ello le ha cubierto la vista ante la contemplación
del misterio. Cada vez que nos aislamos, estamos destinados a caer en lo más
profundo del abismo del sinsentido.
Jesús se le aparece a sus discípulos, trae la alegría y
el gozo que sólo pueden venir del Creador. La tristeza y el miedo
inmediatamente se transforman en una paz inexplicable. Aunque el sol ya se
había ocultado, como nos dice San Juan, una luz aún más radiante, el mismo
Espíritu Santo, habría iluminado los rostros de los discípulos.
¿No te ha
sucedido lo mismo?, en el momento en que la vida se torna más oscura, súbitamente
aparece Cristo y esa oscuridad queda iluminada para siempre. Sólo hace falta un
poquito de fe, pero no una fe vivida de manera individual y egoísta, una fe
compartida en comunidad. Es que santo Tomás se entera del hecho luego, sus
hermanos le comentan, le invitan a vivir el mismo gozo, pero no cree, vivía su
fe de una manera solitaria, hasta que el mismo Maestro también se le presenta,
recordándole que son más dichosos quienes creen sin haber visto, y más dichosos
aún, los que comparten su fe.
Hoy, en medio de esta pandemia, aun cuando parece que
el mundo se aísla, optando por la soledad como Santo Tomás, se aparece Jesús
una vez más en el límite de nuestra existencia, entre la vida y la muerte,
entre la salud y la enfermedad, entre las fronteras de las naciones, de las
familias y de los hogares, uniendo a toda la humanidad al derramar de su
costado abierto abundantes gracias, lavando con su agua divina la miseria del
ser humano y fortaleciendo con su sangre la debilidad de la naturaleza.
Repitamos hoy: Por tú dolorosa pasión, ¡ten Misericordia de
nosotros y del mundo entero!
Texto del evangelio:
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana,
estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los
judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y
los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así
también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis
los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan
retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba
con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no
meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo
creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los
discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se
puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y
métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los
que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este
libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para
que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo,
tengáis vida en su nombre.
Bendiciones para todos, nuestro Jesucristo de la Divina Misericordia nos cuide y proteja por siempre, gracias Padre Ricardo por tan excelente reflexión.
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