ERA DE NOCHE- Breve reflexión sobre la cercanía y lejanía a la vez del hombre con respecto a Dios, basado en Jn. 13, 30 Jueves Santo 9-4-2020-
ERA DE NOCHE
Breve reflexión
sobre la cercanía
y lejanía a la vez del hombre con respecto a Dios, basado en Jn. 13, 30
y lejanía a la vez del hombre con respecto a Dios, basado en Jn. 13, 30
P. Ricardo
J. Vielma M.
Lectura
del santo evangelio según san Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, estando Jesús a la mesa con sus
discípulos, se turbó en su espíritu y dio testimonio diciendo:
«En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros me va a
entregar».
Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por
no saber de quién lo decía.
Uno de ellos, el que Jesús amaba, estaba reclinado a
la mesa en el seno de Jesús. Simón Pedro le hizo señas para que averiguase por
quién lo decía.
Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le
preguntó:
«Señor, ¿quién es?».
Le contestó Jesús:
«Aquel a quien yo le dé este trozo de pan untado».
Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el
Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo:
«Lo que vas a hacer, hazlo pronto».
Ninguno de los comensales entendió a qué se refería.
Como Judas guardaba la bolsa, algunos suponían que Jesús le encargaba comprar
lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el
pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Hoy
Jueves Santo, día en que la Iglesia recuerda la institución de la Eucaristía y
el Sacerdocio, la última Cena y el Lavatorio de los Pies, como el mayor signo
de entrega de Dios a los hombres, en medio del contexto de una pandemia
mundial, he decidido reflexionar en torno a la traición de Judas Iscariote,
haciendo una pequeña analogía de la misma vida humana y su situación
existencial ante la presencia de su Luz Eterna, del Sumo Bien, de su Salvador.
No pretendo por tanto hacer un estudio teológico profundo, ni mucho menos un
ensayo crítico-científico. Únicamente tengo como objetivo poner por escrito
algunas letras fruto de mi reflexión personal, a los fines de contribuir al
crecimiento de nuestra vida espiritual, en medio de un mundo que cada día
reclama la cercanía a Dios.
Por
muchos años, desde que mi familia comenzaba a llevarme a los “ejercicios del
Jueves Santo”, me impresionó la narración de la Última Cena y el Lavatorio de los
pies, pero aquello que me llamaba más la atención era la traición de Judas. Me preguntaba entonces: ¿Cómo un amigo tan
cercano del Señor, fue capaz de venderlo con tan poco?, Quizás la vida me fue
dando respuesta al ver tantas personas que traicionaban a sus seres queridos,
tantos amigos que me quedaron muchas veces mal, o presenciar la desidia de quienes
poco a poco se alejaban de la Iglesia.
Sin
embargo, al escuchar el Evangelio según San Juan, no me había fijado de una
frase que me daría respuesta a lo antes planteado. No fue hasta hace pocos
años, cuando era parte del curso en Sagradas Escrituras de mi primera formación
teológica, que caí en cuenta. Comprendí desde entonces, que en la experiencia
de la Última Cena, del Triduo Pascual, de la misma Pasión, Muerte y
Resurrección del Señor, estaba reflejado el mismo vivir humano. Dios, que indudablemente
es Omnipotente, Todopoderoso, Uno y Trino, decidió descender de la solemne liturgia
celestial a la más honda periferia humana, para palpar con su propio ser, iluminar
con su Luz eterna y redimir con su amor, aquél ser finito que si bien lo habría
creado por pura caridad, se sumergía en las apetecibles tinieblas del error. Sin
embargo antes de reflexionar en torno a dicha acotación del evangelista San
Juan, quisiera de modo narrativo pasearme sobre aquella Luz eterna a la que unas
líneas atrás me he referido.
Luz Eterna
que alumbra los Corazones de los Hombres
De
repente se va la energía eléctrica, un niño pequeño se encuentra en medio de
una sala de estar, todo queda a oscuras y el chiquillo sale corriendo buscando a
su Mamá, su Papá, a su abuela o alguien de confianza. La razón: siente
inmediatamente un miedo lógico, sobreviene en él la inseguridad, no sabe qué
hacer, cree que pisa inseguro y tropezará. Demuestra así necesita de la luz
física para la visión de sus ojos y así sentirse seguro. No obstante, hemos
expuesto una razón a simple vista, pero queremos ir más allá. ¿Por qué? La
lógica nos muestra que si somos parte de esta naturaleza, muchos animales no
les asusta la oscuridad, incluso alguno de ellos pueden ver a través de ella.
Pero de nuevo nosotros marcamos la diferencia.
No
nos quedemos con la mera luz física. Es que de repente el mismo niño es llevado
a una fiesta de cumpleaños, y observa una torta apetecible encima de una mesa.
Espera a que nadie lo vea, aprovechando el momento oportuno para introducir su
dedo en ella y probar el decorado. Y si hacemos crecer a ese niño, que
lastimosamente lo canalizaron por los caminos del mal, fungiendo de ladrón
robará de noche, si es corrupto no lo hará a luz de todos, y mucho menos ante
la mirada pública (el mal siempre actúa oculto). ¿Qué concluimos de todo esto?,
que fuimos creados por un Dios de Luz, y que por tanto se nos hace difícil
alejarnos por siempre de la luz. Somos seres que necesitamos de la luz física,
pero también de la espiritual. Esto a razón que el creador ha dejado en la
naturaleza una huella de su presencia. De su hermosura dejada en la creación, partimos
para iniciar nuestro itinerario a Dios, así lo recalca San Juan de la Cruz:
Buscando
mis amores, iré por esos montes y riberas; ni cogeré las flores, ni temeré las
fieras, y pasaré los fuertes y fronteras. ¡Oh bosques y espesuras, plantadas
por la mano del Amado! ¡Oh prado de verduras, de flores esmaltado! Decid si por
vosotros ha pasado. Mil gracias derramando/ pasó por estos sotos con presura,
y, yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de hermosura.[1]
En este caso, la Luz es su
hermosura. Ella nos hace ver los colores de la creación. Dios la hizo antes que
el hombre y la mujer. Nos gusta la luz física, nos encanta estar alumbrados, es
un derecho tenerla, nadie podría quitarla. Pero, ¿qué pasa con aquella Luz que
no es física sino eterna y espiritual?
Hacemos
en este momento la analogía: Luz que alumbra los colores del mundo vs la Luz
que alumbra el alma del hombre. Nos damos cuenta entonces a lo largo de la
existencia personal, que nuestra vida está marcada por un contraste entre la
luz espiritual (el bien, las buenas obras, el sentirse tranquilo) y las
tinieblas (el pecado personal, la falta de paz interior…). La enseñanza de la
fe nos ha dicho que existió el primer pecado (pecado original) de Adán y de Eva
al inicio de la humanidad, que dejó la raza humana herida y susceptible fácilmente
a la tentación. ¿Tentación?, sí, también se nos ha enseñado la existencia un
ángel caído del cielo, que junto con una milicia de espíritus malos, trata de
alejar a los hombres de Dios; el mismo ángel malo que tentó a Judas en el
contexto de la Última Cena: Durante la
cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de
Simón, el propósito de entregarle (Jn. 13,2).
Nos encontramos
justo acá en medio de dos conceptos teológicos, el pecado (dar la espalda al Creador) y Gracia (la misma presencia divina que ilumina los corazones de los
hombres). El hombre ha sido creado por Dios, la Luz eterna, le hizo un ser para
la luz y no para las tinieblas, pero abusó de su libertad, se alejó de Dios, pero Dios lo salvó y lo seguirá redimiendo,
infundiendo su Gracia en su corazón.
Es por ello que la Iglesia ha sostenido que todo hombre, “cuando examina su
corazón, comprueba su inclinación al mal y se siente anegado por muchos males,
que no pueden tener origen en su Santo Creador” (GS12)[2]. Sin embargo, el
hombre pecador, es iluminado por el mismo Dios “con el don del Espíritu Santo,
llega por la fe a contemplar y saborear el misterio del plan divino (GS15)”[3]. De
esta manera, la luz en el hombre no podrá nunca ser apagada, las tinieblas del
error, del pecado, acota San Juan Pablo II, no pueden eliminar totalmente en el
hombre la luz de Dios creador, ya que siempre permanecerá en lo más profundo de
su corazón la sed por la verdad que viene de su Creador (VS1)[4].
¿Y Judas Iscariote?, ¿qué sucedió con él?, estaba en
aquella cena, junto al Maestro, junto al Cristo, junto a Luz Eterna, y sin
embargo prefirió la noche.
Y el Ser
humano prefiere la noche a la Luz
Judas tomó
aquel trozo de pan y salió en seguida. Ya era de noche. Jn. 13,30
Era de noche (Jn. 13,30) es la frase.
Judas salía de aquella cena con el deseo venido del diablo de traicionar a su
Salvador, y salió de un lugar iluminado, sí, por las velas del dueño de la sala
de aquella sagrada comida, pero más aún por el mismo Jesucristo que había
dicho: Yo soy la luz del mundo; el que me
siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida (Jn.
8,12). Y Judas salió de la sala a efectuar la traición. Su vista se nubló, ya
no vio más la luz de su Maestro, se ve a sí mismo, ve sus propias tinieblas, “salió
para entrar en la noche, se marcha de la luz hacia la oscuridad; el poder de
las tinieblas se ha apoderado de él”[5]. Judas
se convierte en un siervo caído en la idolatría de sus propias necesidades, 30
monedas es el costo de su amigo, la pasión lo tomó de tal manera que ha abierto
su corazón a satanás[6],
entró así en una oscuridad de la cual tal vez le cueste salir.
¡Pero tan cerca de luz! ¡Y tan
lejos a la vez! Muchos podríamos estar en un momento cerca de Dios, pero en un
segundo lejos de Él. Judas tenía al mismo Dios a su lado, pero se dejó llevar
por la tentación de su propia carne. Es el paso, metafísico tal vez, del ser al
no ser, de la luz a las tinieblas, que no escatima tiempo, espacio, categorías
existenciales, ni análisis fenomenológicos. El ser humano puede saltar de la
paz interior a la turbación de un momento a otro. Satanás está al cruzar la
esquina, pero Dios está a la puerta. El hombre opta. Su decisión ética o no, es
el veredicto. Aun así, las tinieblas destruyen el corazón humano, aniquilan su
alma y su espíritu, arrasan con lo más profundo de su ser, hasta encontrarse en
la diatriba de la nada, en un nihilismo (falta de sentido) incomprensible que
le lleva al abismo más aterrador. Judas tiró
las monedas en el Santuario; después se retiró y fue y se ahorcó (Mt. 27,5), porque la tiniebla de su pecado apagó
la luz de la vida.
Pero Dios
sigue iluminando aquella noche.
Yo, la luz,
he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si
alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido
para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. (Jn. 12, 46-47)
La existencia del ser humano
entonces, está enmarcada de esta manera entre la relación naturaleza y gracia, dos estratos colocados cuidadosamente uno
encima del otro, si bien nunca compenetrándose por completo[7], sí
recibiendo la frágil debilidad de la naturaleza humana la iluminación
sobrenatural de la Gracia venida del Creador (la luz de la fe, los dones del
Espíritu Santo, las virtudes etc…), que se convierte en el impulso moral y la
inspiración para obrar bien.
¿Cómo se explica por tanto,
aquél gozo sobrenatural que siente una persona cuando hace el bien?, ¿Por qué aquél
impulso de ayudar al otro?, ¿Qué hace que una mujer ame su hogar, sus hijos su
marido?, ¿Por qué aquella Señora, santa de la esquina del frente, hace tanto
bien en su comunidad?, ¿Y el papá de familia que no sólo ama a sus hijos, sino
que les infunde la fe y la caridad para con los demás?, es ello la muestra más certera
del momento en que del cielo se nos fue enviado en un tiempo incontable, el
rayo de luz, para inundar nuestra alma y llenarla de amor.
“Nos hiciste para Ti y
nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti” (San Agustín, Las
Confesiones, i, 1, 1)
¡Acompañemos al Señor en su Pasión,
Muerte y Resurrección!
Mérida, Jueves Santo, 9 de
abril de 2020
[1] Cántico espiritual, canciones 3,
4 y 5. Subrayado mío. Ver S. JUAN DE LA CRUZ, Obras completas, Editorial onte
Carmelo, Burgos, 2000. pp. 694-695, disponible en:
[2]
Constitución Dogmática Gaudium et spes. Vaticano II (Biblioteca de Autores cristianos Madrid: 1965), 225.
[5] RATZINGER, Joseph. (Jesús
de Nazaret. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección (Sígueme: Planeta
2011), 88.
[6] Cf.
PAPA FRANCISCO. Homilía del Martes Santo 07 de abril de
2020, Casa Santa Marta. Disponible en https://www.vaticannews.va/es/papa-francisco/misa-santa-marta/2020-04/el-papa-reza-por-los-inocentes-que-sufren-sentencias-injustas.html
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