SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO - Domingo 14-6-2020

SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO

Jn. 6,51-58

DOMINGO DEL CORPUS CHRISTI– 14-6-2020

Yo Soy el pan vivo que ha bajado del cielo

 P. Ricardo J. Vielma M.

No existe únicamente lo que es evidente a nuestra vista. Los momentos más felices quedan plasmados en el interior de nuestro ser, y se contemplan una y otra vez no con los sentidos sino con el corazón; sólo existe plenamente aquello que se vislumbra con la profundidad del alma, pues lo demás podría pasar por nuestro entendimiento como una brisa en el ocaso. Pues Jesucristo ha querido tocar nuestra alma, y para ello decidió hacerse presente en el tiempo de los hombres, haciéndose alimento y bebida para quienes deseen estar junto a Él.

 Y el pan que yo voy a dar es mi carne, entregada para que el mundo tenga vida… Yo soy el Pan vivo que ha bajado del cielo. La tradición de la Iglesia ha recibido de Jesucristo el mandato de adorarle y recibirle en las especies del pan y del vino. Tomen y coman, tomen y beban, este es mi Cuerpo, esta es mi Sangre son palabras de sus labios, lo lamentable es que muchas veces, ni siquiera los mismos cristianos nos mostramos capaces de asentir este misterio tan hermoso. Es el Maestro, el Creador del Universo, Guía de la Iglesia, quien se entrega y se hace presente, no dudemos al acercarnos a la Iglesia y verle en las manos del sacerdote, abramos nuestra alma y corazón para contemplarle vivo en un altar. 

Razón tenía una santa que afirmaba: ¡Si tuviéramos ojos de ángeles, le contemplaríamos tal cual es!, pero aunque no los tenemos, mientras estamos por este mundo en calidad peregrinos, podemos contemplarle con nuestros ojos del alma, para recibir su Gracia transformadora.

Hoy cuando la Iglesia celebra la Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Jesucristo, percatémonos de la oportunidad de renovar nuestra fe. Es Jesucristo que nos pide comulgar de Él, recibirle, contemplarle, adorarle, y al al hacerlo nos exige a la vez una actitud de plena comunión con todos los seres humanos que nos rodean; no podemos recibir a Cristo plenamente si aguardamos odio en el corazón, pues su Gracia hará efecto en la medida que la vida sea una constante fuente de amor.

Si bien la mayoría no podrá recibir sacramentalmente a Cristo hoy, ¡recibámoslo espiritualmente!, ¡Ven a mí, Señor Sacramentado!, toca mi vida, mi alma, mi existencia, mi familia, llénanos de tu ser, Maestro generoso. Sácianos, pues tenemos hambre, quita la aridez, pues tenemos Sed. Oh Jesús, nuestro dulce amor y consuelo. Amén.

 

Alma de Cristo, santifícame.

Cuerpo de Cristo, sálvame.

Sangre de Cristo, embriágame.

Agua del costado de Cristo, lávame.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos. Amén.

Pasión de Cristo, confórtame.

¡Oh, buen Jesús!, óyeme.

Dentro de tus llagas, escóndeme.

No permitas que me aparte de Ti.

Del enemigo, defiéndeme.

En la hora de mi muerte, llámame.

Y mándame ir a Ti.

Para que con tus santos te alabe.

Por los siglos de los siglos. Amén


  Lectura del santo evangelio según san Juan 6, 51-58

 En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:

«Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne por la vida del mundo».

Disputaban los judíos entre sí:

«Cómo puede este darnos a comer su carne?».

Entonces Jesús les dijo:

«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».

Palabra del Señor


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